Como a estas altura sabes, además de escritora de novela histórica, soy una lectora voraz de este género. Durante el proceso de documentación opto por buscar novelas de ficción sobre la época de la que trata la trama de mis proyectos, empapándome del ambiente trabajado previamente por otros escritores. De este modo me resulta sencillo sumergirme en la atmósfera recreada por los compañeros, en la terminología e incluso, en el estilo de vida de ese periodo. Sin embargo, a veces me gusta cambiar, quizá huyendo del encorsetamiento y los límites que yo misma me impongo de la nueva aventura literaria en la que ando metida.
Eso sucedió hace unos días con El silencio de la ciudad blanca de Eva García Sáenz de Urturi. Había ido a la biblioteca a buscar algo que leer, cuando me topé con ella de casualidad. Estaba en una mesa bajo el cartel Libros más leídos. La portada no era demasiado atractiva a mis ojos. No me llamó la atención. Una fotografía de la ciudad de Vitoria-Gasteiz, ciudad que todavía no tengo el placer de conocer, aunque quiero visitarla después de acabar el libro y recorrer sus rincones junto a los personajes principales. Ojeé las páginas y leí la sinopsis. Entonces me acordé de que la autora fue premio planeta en el 2020 con Aquitania, y me dije: por qué no, voy a darle una oportunidad.
Reconozco sin tapujos que lo he devorado. Mis dedos han pasado con avidez las 480 páginas hasta acabarlo. De los pocos libros que me han tenido enganchada de principio a fin. Una trama con giros calculados y precisos, una prosa sin pretensiones, fácil, ágil, un final de infarto, que cumple con crecer entretener al lector y atraparlo en sus redes. Unai López de Ayala, un policía experto en perfiles criminales conocido como Kraken, resuelve el caso de un asesino en serie que después de veinte años en silencio empieza de nuevo a matar, sembrando de pánico la ciudad en las fiestas de la Virgen Blanca. Dos gemelos, los Ortíz de Zárate, que pasan de dioses a verdugos y a… Prefiero animarte a que te adentres en él. Te lo recomiendo.
Me gustaría acabar esta reseña con la dedicatoria final de la propia autora, la que en los agradecimientos realiza a su padre. Escribe así: Y por último, a mi padre, porque mientras yo siga escribiendo novelas, él nunca se habrá ido del todo. Ha quedado su legado, lo más valioso para mí: el amor por la literatura que me inculcó. Seguro que allá donde esté, estará orgulloso.
Después de escribir esta entrada en el Diario, iré a la biblioteca a entregar el ejemplar y a tomar prestado, si tengo la suerte que esté disponible, Los ritos del agua, el segundo volumen de la trilogía de la autora alavesa. Un descubrimiento imprevisto y fantástico el de Eva García Sáenz de Uturi. Seguro que el padre de la escritora no cabrá en sí de satisfacción.
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