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Haciendo malabares


Tiago Celestino from Bahia, Brazil, CC BY 2.0, Creative Commons 2.0, via Wikimedia Commons
Tiago Celestino from Bahia, Brazil, CC BY 2.0, Creative Commons 2.0, via Wikimedia Commons

A medida que cumples años, tomas consciencia de la fugacidad de la vida, y eres capaz de alejar de un plumazo y sin remordimientos lo superfluo y baladí, desterrando incluso a las personas que no suman sino restan. El lunes una compañera de trabajo me hacía llegar su admiración por ser capaz de conciliar vida familiar, laboral y tener tiempo suficiente para dedicarlo a la escritura. Eso me dio que pensar, y como consecuencia de esa reflexión, nace esta entrada de blog.


Soy una mujer como cualquier otra, madre, esposa y persona trabajadora fuera de casa (la inmensa mayoría de mujeres sacan adelante sus obligaciones domésticas sin hacer ruido y, en ocasiones, sin contar con el suficiente reconocimiento). Y además de todo eso, me apasiona escribir. Conjugar esas variantes no es difícil si eres organizada, planificas con antelación y tienes claras cuáles son tus prioridades.


Si bien es cierto que en ocasiones la vida te descoloca por completo, y has de adaptarte a los cambios de última hora, la mayoría de las veces encuentro huecos libres para dedicarlos a crear historias haciendo malabares entre mis obligaciones. No suelo ver la televisión más allá del ruido de fondo de los dibujos infantiles de mi hijo, las noticias de las siete de la mañana para mantenerme informada de lo que sucede en este mundo, o medio capítulo de alguna plataforma de televisión digital. Medio capítulo, puedes estar segur@, porque caigo rendida en cuanto me siento en el sofá.


Entre semana suelo pasar alrededor de una hora y media conduciendo entre mi residencia y el trabajo, o entre la ida y la vuelta al colegio. Un tiempo estupendo para apagar la radio y darle vueltas a la cabeza. Mientras conduzco, he imaginado detonantes, he dado vida y pulido las personalidades más variopintas o he sido capaz de crear clímax para aumentar la tensión de las tramas. Para mí, la mayor complicación de la escritura es esa planificación previa. Una vez clarificado de dónde parto y hacia dónde he de hacer avanzar la historia, el momento de ponerme a escribir es relativamente sencillo. Y para ser aún más precisa, lo difícil de veras es la frase inicial que me haga conectar con el texto. Una vez redactada, el resto suele salir con una fluidez sorprendente, quizá porque, aunque no haya siendo consciente, ya rondaba en mi interior.


Los fines de semana son maravillosos. Al descanso y al tiempo dedicado a mi familia, añado la libertad de gozar de momentos para sumergirme en mis historias. Mi hijo es un gran madrugador, y antes de las siete de la mañana, estamos todos en casa levantados. Después de organizar las tareas, suelo escaparme a mi rinconcito para viajar a través del tiempo. Si solo dispongo de media hora ese día, pues eso que gano, si es más, me siento afortunada y feliz por poder disfrutar de mi pasión. Aunque hay días que aunque disponga de varias horas para escribir, no estoy inspirada, y no es posible hacer avanzar la trama. En lugar de desanimarme, releo y corrijo pasajes para no desconectarme. La clave en mi caso está en abrir el ordenador cada día para no perder el hilo, aunque solamente sea cinco minutos y me caiga de sueño. Pero, al fin y al cabo, escribir me da vida.


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