Todos tenemos rarezas, y cuanto más años cumplimos, más se nos acumulan. Entre las mías que además sean confesables está la de leer los libros de dos en dos. En papel justo antes de acostarme, sobre todo porque intento inculcar el amor a la lectura en mi hijo de cinco años y me gusta que me vea con un libro entre las manos; y en formato digital, porque entre semana suelo ir al trabajo en tren y me resulta más cómodo el ebook que los libros de novela histórica que por lo general suelen ser voluminosos.
Hace unas semanas buscaba una nueva aventura para mis jornadas en el transporte público cuando me saltó de casualidad en la sección del libro electrónico Encuentra tu próxima gran lectura “La canción de Auschwitz” de Francisco Javier Aspas. Me llamó la atención y leí la sinopsis. Y como suele suceder si está escrita con gancho, me atrapó. De modo que, a pesar de que sabía que el tema iba a ser duro en sí, decidí darle una oportunidad. De vez en cuando me dejo sorprender por autores desconocidos que intentan hacerse un hueco y que no tienen a su favor una cara campaña de publicidad detrás que inunde los medios de comunicación y las redes sociales.
Mientras me adentraba en la vida de Helena Citrónová, una judía eslovaca que había sido enviada al campo de concentración más inhumano y cruel de la historia donde vivió una amor prohibido con Franz Wunsch, un joven y atractivo miembro de las SS, más me cercioraba de cuántos escritores hay con una pluma exquisita que son apenas son conocidos para el gran público a pesar de su gran talento. La obra escrita por Aspas y publicada por una editorial pequeña, Kailas Editorial, es realmente magnífica. Me ha hecho llorar, padecer el sufrimiento de los personajes y sentir la rabia ante la injusticia con la que se cometieron aquellos horrendos crímenes contra los judíos, uno de los hechos más aberrantes de la humanidad. Y eso solo lo consiguen los escritores con mayúsculas, esos que saben traspasar el papel y llegar a los corazones de los lectores que se adentran en sus historias.
Como he escrito antes, también estoy leyendo una novela histórica de un autor nacional con un número insuperable de ediciones bajo el sello de una de los grandes grupos editoriales del mundo que me trajeron como regalo los reyes magos. No es que la obra no lo merezca, claro que lo merece y mucho, de ahí el incuestionable éxito de ventas que atesora la obra en su haber. Sin embargo, no me llega como la otra. Quizá sea la pluma del escritor, su estilo, la carga emocional que en ese momento supone adentrarse en uno de los episodios más terroríficos de la historia, pero lo cierto es que La canción de Auswitch me la leí en solo una semana de trayecto en tren, y la otra aún la tengo por la mitad. Y eso dice mucho o poco, según como queramos verlo.
Por eso me he decidido a escribir esta entrada de blog. Dar una oportunidad a los escritores noveles o poco conocidos para el gran público es arriesgarse a descubrir nuevos talentos. Porque los grandes empezaron siendo unos desconocidos, deseosos que la varita del destino hiciera brillar sus dotes para la literatura. Pensemos en la perseverancia de Stephen King que siempre cuenta la anécdota de como acumulaba las decenas cartas de rechazo de las editoriales clavadas en la pared hasta que tuvo la fortuna de que alguien apostase por él y lo lanzara al estrellato.
El éxito se busca, se trabaja y se acaba encontrando si te acompaña el talento. Solo es cuestión de tiempo.
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