El pasado viernes, en Radio Televisión Española, el programa Documentos emitió el reportaje Ana Gutiérrez la Tangerina: una heroína olvidada. En él, diversas voces narramos la historia fascinante de esta mujer, valiente como pocas,que luchó durante toda su vida por la libertad de este país. En mi caso, tuve la fortuna de ser invitada a participar gracias a mi novela La memoria olvidada, que se desarrolla en el mismo lugar y donde aparecen algunos personajes esenciales en el devenir de la vida de Ana,como el propio Juan José Muñoz Lozano, apodado Roberto,en cuya partida se integró la Tangerina. Si bien es verdad que mientras me documentaba me había topado con ella, en su tiempo no consideré hacerle un hueco en la trama, puesto que ella misma era una persona cuya vida habría que novelar desde el mismo momento de su nacimiento. Y con esa idea me quedé, y el destino ha querido que haya vuelto a encontrarme con ella.
Una tarde calurosa del mes de junio, entre semana, me citaron en los estudios de Radio Televisión Española, en la Avenida de la Aurora de Málaga capital. Era mi primera entrevista como escritora, y la hacía en uno de los mediosmás importantes de este país, en un programa señero de la casa con más de quince años en antena. Iba nerviosa, como no podía ser de otra manera, porque enfrentarse a un altavoz como ese imponía. Entré en el estudio de grabación y, tras un intercambio de palabras, el técnico de sonido me dio unas breves instrucciones. Allí sentada, con los cascos puestos y el micrófono delante, miré por el cristal mientras se contactaba con el periodista que, desde los estudios centrales en Madrid, me haría la entrevista, y se me vino a la mente la responsabilidad que tenía sobre mis hombros, no tanto por la incipiente carrera que estoy comenzando como escritora, si no por hacerle justicia a Ana Gutiérrez y a tantas personas anónimas que murieron por sus ideales.
―Piensa que esto es una conversación entre amigos. Nada más―me dijo el periodista con su voz grave de locutor para tranquilizarme ―. Solo has de hablar despacio y vocalizar. Así, si durante el montaje tengo que hacer un corte, no se notará en absoluto.
Respiré hondo, y cerré los ojos un instante. Estaba lista.
―¿Podrías contarme por qué escribiste La memoria olvidada?
Contesté hecha un flan aquella primera pregunta a la que siguieron otras, y empecé a relajarme hasta dejarme llevar por el momento. Había trabajado duro sobre el tema durante varios años, estudiado toda la bibliografía que caía en mis manos, mantenido entrevistas con personas que habían vivido en carne propia la posguerra, y fui sintiéndome cómoda. Fueron cuarenta minutos de una conversación entre amigos, aunque a quinientos kilómetros de distancia, amigos que mantenían una charla sobre la vida de los maquis en la sierra de la Axarquía en plena posguerra.
Y cuatro meses después, el 21 de octubre, se emitió el programa. Un instante único cuando escuché mi voz, una voz extraña la de una misma: Sigue habiendo mucho miedo porque es una época muy oscura, donde lamentablemente,hermanos contra hermanos, familiares, vecinos se vivió un ajuste de cuentas y la gente todavía sigue teniendo mucho pavor a hablar de estos temas, porque se cometieron muchas injusticias y mucha gente aprovechó la coyuntura.Esta fue mi presentación inicial, a la que siguieron otras intervenciones.
Cuando acabó el programa, una sensación de orgullo me invadió. Pocas veces había sentido tanta satisfacción por mi trabajo. Recordé a Salvador Magaz, el hijo de la Tangerina, que acudió a la presentación de la novela en el Museo de Nerja, artífice de todo esto, precioso el homenaje a su madre; a José María Azuaga Rico, historiador especialista en este periodo de la historia de España y, como no, a Ricardo Aguilera, el periodista que me entrevistó, y que forma parte de mis recuerdos. Y sobre todo, recordé a Ana Gutiérrez, la Tangerina, una heroína rescatada del olvido, una estrella que brilla en el cielo. Gracias a su bondad, hoy podemos disfrutar de la libertad por la que tanto luchó.
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