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El peligro de la Inteligencia Artificial


Inteligencia Artificial
Inteligencia Artificial

El mes pasado, en casa de unos amigos, surgió la conversación de como la Inteligencia Artificial se está imponiendo poco a poco en nuestras vidas hasta el punto de tener la capacidad de poder alterar la realidad. Todos hemos visto en los medios de comunicación o en las redes sociales imágenes o videos protagonizados por personas que no son de carne y hueso, o que basadas en algún personaje público jamás sucedieron. Imagínate, recalcaron, si con solo apretar un botón, la máquina pudiera escribir una novela de cuatrocientas páginas y tú solamente tuvieras que ponerle tu firma antes de lanzarla al mercado. Esa frase me resultó aterradora en su momento, y aún hoy me sigue produciendo escalofríos.


¿Seríamos capaces de menospreciar el arte de ese modo?


La eterna batalla hasta dónde es capaz de llegar la tecnología no es nueva. Desde hace décadas cuenta con detractores y defensores. Y aunque yo misma considere un gran avance para la humanidad su uso cada vez más generalizado en ámbitos como el de la medicina, por ejemplo, el hecho de que pueda socavar siglos de historia del arte me parece ciertamente peligrosa.


Centrándonos en la literatura, que es el tema que más me interesa. ¿Puede una máquina reflejar en un texto sentimientos? ¿Podría el lector amar, llorar, odiar, en definitiva, sentir como lo hacen los personajes mientras lee una historia escrita por un ordenador?


En mi opinión estos interrogantes no son fáciles de responder. Al menos, no por ahora. Como escritora me es difícil aceptar que una máquina sea capaz de tejer una trama, dar vida a unos personajes, y narrar una historia conociendo el trabajo que hay detrás. ¿Por qué no?, podrías preguntarte. Porque solemos contar historias de lo que hemos vivido en carne propia o conocido a través de las experiencias de otros que han llegado de un modo u otro hasta nosotros. Los escritores tenemos la fortuna de mudar de piel, meternos en las cabezas de asesinos, gente indeseable, aventureros, héroes… En definitiva, de cualquier personalidad que hayamos moldeado en nuestra cabeza con el fin de tener un papel esencial en nuestra historia. Y esto, que va de la mano de las vivencias, es lo que me hace dudar de la facultad de lo que se conoce como Inteligencia Artificial. Quizá sí sea capaz de contar una historia. Eso me resulta plausible. Sin embargo, dudo si tendría la capacidad de narrarla, de dotarla de profundidad creando personajes redondos asimilados a personas reales. Este aspecto es el que pongo en entredicho. Puedo pecar de escéptica y solo el tiempo conseguirá despejarme las dudas. Aunque me tranquiliza saber que no soy la única con esta clase de inquietudes.


Últimamente he escuchado opiniones que demandan la importancia inminente de regularizar el uso de esa tecnología, clamando por establecer límites para que no traspase ciertas fronteras donde ha de imperar la moral y la ética. Esto, en cierto modo, apacigua mis temores, aunque no se pueda poner límites al campo, y temo que esta tecnología campe a sus anchas consiguie infiltrarse hasta en la literatura, un sector que lleva siglos cautivando con algo tan simple como que alguien deje volar su imaginación y coja lápiz y papel para disfrute de otro: el lector.


En palabras de Aristóteles: El objetivo del arte no es representar la apariencia externa de las cosas, sino su significado interior. Quiero creer que la Inteligencia Artificial está a años luz de conseguirlo, ¿no crees?


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