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Entre dos aguas


Orilla del mar
Agua de mar

Hace exactamente un año que acabé de corregir el nuevo manuscrito. Recuerdo sonreír satisfecha porque las sensaciones me eran propicias. Me había propuesto una meta, y era acabar el año 2022 con el texto revisado y limpio para ponerlo en manos de los lectores cero, beta o como quieras llamarlos. Y así, después de esas Navidades hice entrega del borrador de la novela a las dos personas concienzudamente escogidas que iban a leer mi trabajo por primera vez. Los escritores sabemos lo solitario que es escribir y el miedo, por no decir terror, que supone que otros ojos se sumerjan en aquello a lo que hemos dedicado tanto esfuerzo y sacrificio. El correspondiente veredicto es un momento difícil, porque estás al borde del precipicio y desconoces si tus pies seguirán pisando tierra firme o volaran por los aires.


Y así esperé el tiempo necesario para que ellos hiciesen su trabajo, que de manera altruista y generosa se habían comprometido a realizar. Os puedo asegurar que no pasó un solo día en el que no me acordara de ellos, que incluso estuve tentada de llamarlos muchas veces para tener alguna noticia que me indicara la impresión que se estaban llevando. A duras penas controlé el ansia y aguardé para dejarles el espacio suficiente y la confianza necesaria para que hicieran la crítica honesta y sincera que tanto se necesita en una profesión como esta. Ambos son personas extremadamente ocupadas y, desde aquí, quiero volver a agradecerles el tiempo y el magnífico trabajo que hicieron leyendo y dándome su opinión sobre mi manuscrito.


Pues bien, te preguntarás ¿qué pasó después? Os puedo decir que el proyecto está, de momento, guardado en un cajón. Después de meditarlo concienzudamente, decidí darle un tiempo más de reposo, sin someterlo a plazo alguno que no alterara mi estado de ánimo, dejarlo estar hasta que encuentre la fuerza de voluntad necesaria para retomar el proyecto. Veréis. Mientras ellos leían, yo me documentaba leyendo cuanta documentación estaba a mi alcance sobre la nueva historia que estoy tejiendo en estos momentos porque el proceso creativo de un escritor nunca descansa. No es que me haya desentendido de él, un libro es casi como un hijo para un escritor, sino que nuevos personajes conviven ahora conmigo y me tienen totalmente a su merced. Es complicado para mí llevar adelante dos proyectos de manera simultánea, ambientados en épocas históricas tan distintas, sobre todo porque carezco del tiempo libre suficiente que me permita dedicarlo a lo que es mi verdadera pasión: escribir. Además, como me dijo uno de los lectores beta: “el libro más importante de un escritor, lejos de lo que pudiera creerse por el público, no es el primero, el que lo da a conocer, sino el segundo porque es con ese cuando afianza su carrera y fideliza a los lectores”. Y yo, como siempre he sido una chica obediente, decidí hacerle caso a esa persona a quien le proceso un cariño sincero desde hace tantos años, culpable, toda ella, de que en mi vida se cruzara la literatura.


Bien es verdad que ese manuscrito tiene virtudes y también algunos defectos. Y que solo la distancia que me ofrece el tiempo me hará vislumbrarlos con toda nitidez. Por eso, y solo por eso, el borrador se quedará dormido un tiempo más a la espera de que pueda madurar lo suficiente algunas cosas y consiga regresar de nuevo a sus entrañas. Quizá cuando esté reposando el que tengo entre manos vuelva a sumergirme entre sus páginas y lo pula lo suficiente para que un día, espero no muy lejano, pueda ver la luz. Muchos me habéis preguntado por ello y os agradezco vuestro interés. Os pido paciencia. Por ahora, toca esperar y seguir trabajando en el nuevo proyecto.

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