Esta semana me he dedicado a preparar lo demandado por la editorial para publicar la novela. Desde hace más de un mes, el corrector está trabajando en el manuscrito para elaborar el informe final. Imagino que tendré que hacer algunos ajustes para hacerla mejorar, pero todo a su debido tiempo. Mientras este proceso se va desarrollando, he retrocedido tres años, cuando mis dedos comenzaron a teclear en el ordenador para redactar toda la historia tras el periodo previo de documentación.
Hoy la entrada en el diario está dedicada a todos aquellos que, de una manera u otra, pusieron su granito de arena para hacer realidad una historia sólida, con una trama trepidante, capaz de enganchar al lector desde el primer pasaje (o eso espero). Desvelaré pocos detalles, porque quiero que sea una sorpresa.
Quisiera reconocer la labor de los eruditos, personas versadas en la materia con las que he intercambiado innumerables llamadas de teléfono y correos electrónicos, planteando dudas, lagunas en la bibliografía o intercambiando opinión sobre determinados aspectos, algunos desconocidos y sorprendentes. Siempre me tendieron la mano con respeto y absoluta profesionalidad.
O mis queridas lectoras cero, compañeras de pasión, que leyeron el texto ávidamente, alguna incluso robándole horas al sueño. Recibir los mensajes de entusiasmo sobre los giros inesperados, la desaparición de algún personaje o el final imprevisto, son recuerdos que siempre me acompañarán.
También guardo un rinconcito especial para el vecino de Frigiliana que me abrió las puertas de su casa una tarde. En su magnífica biblioteca, me contó bastantes anécdotas de cuando correteaba por las mismas calles donde transcurre la trama. Escuchar de viva voz narrar el miedo y el dolor que la gente de bien padeció en aquellos tiempos, la impunidad con la que se cometieron crímenes atroces, aún sigue erizándome la piel.
Y qué decir de mi familia. Sin ellos, esto no hubiese sido posible. Han tolerado mi soledad, aguantado mi cansancio, a veces desánimo, mientras daba forma en mi cabeza a cada uno de los personajes. Han compartido mi entusiasmo si algo salía a la perfección, o la alegría desorbitada cuando recibí la llamada de la editora para apostar por la novela. Un secreto escondido hasta que pude vociferarlo a los cuatro vientos.
Son muchas las personas a las que tengo que agradecer, la paciencia, el aliento constante o el quedarse con mi niño para que pudiera tener un respiro y acabar de pulir el manuscrito. Mi primera novela publicada está escrita en plena pandemia, cuando miles de personas trabajaban sin descanso, para cuidarnos a todos. Mi profundo reconocimiento también para esos profesionales, que salían a jugarse el tipo en beneficio de la sociedad.
Mil gracias a todos.
No podrías haber elegido mejor pueblo!!! Es sin duda mi favorito!!! Que ganas de leerlo!