Las fuentes de una novela histórica han de ser fidedignas. Cuánto mayores sean, mejor será el manuscrito. Actualmente me encuentro embarcada de lleno en mi siguiente proyecto. En esta ocasión, la trama se remonta unos quinientos años. Después de casi siete meses recopilando información y estudiando sobre la época, la semana pasada contacté con un descendiente de uno de los personajes esenciales en la novela. Sí, has leído bien. Cómo podrás imaginar, es un regalo inesperado. La posibilidad de intercambiar opinión y parecer con alguien de esa categoría resulta indescriptible. Además, se trata de un investigador e historiador especializado en el tema, con lo que el goce es infinito.
Quería compartir con mi diario la alegría que me ha producido este hallazgo sorprendente. A veces, la historia es caprichosa, y mantiene ocultos a personajes ilustres a los que hay que revivir del pasado, para ponerlos en el lugar que les corresponde. El antepasado bien lo merece, al ser un caballero del que poco o nada se ha escrito. Al menos, así lo he constatado en la labor previa de documentación, y él me ha corroborado la ausencia del predecesor en los libros de historia y en las historias noveladas.
La relevancia del personaje olvidado para el devenir de la ciudad donde nací, es indiscutible. Trabajaremos codo con codo hasta devolverle el esplendor. Él, poniendo a disposición los años de investigación y el concienzudo estudio sobre su linaje, y yo, intentando darle vida y voz propia para narrar los episodios históricos de su tiempo. No sé si lo conseguiré, aunque pondré todo mi empeño, eso te lo puedo asegurar. Tener la tranquilidad de ese respaldo es un aliciente para continuar escribiendo. Mientras forjo la personalidad de tan insigne caballero, soy consciente que la arcilla que moldean mis manos, es de una calidad incuestionable.
Espero estar a la altura para exaltar la importancia del célebre personaje, cuya huella aún se puede apreciar por las calles malagueñas, a poco que quieras fijarte.